El diario El Pais recogía en sus páginas interiores, en el día de ayer, un escrito de opinión de un asustado Montilla ante la previsible sentencia del TC, que vendría a respaldar los recursos de ilegalidad sobre el Estatut de Catalunya. Bajo el argumento de que defender la ley y la opinión de los ciudadanos "es un deber básico" para el President de la Generalitat se esconde la perfidia de considerar la Constitución periclitada y agotada por el avance de los nuevos tiempos, mientras su relevo en el espejo, el Estatut y el fleco de la financiación autonómica al beneficiar a todos los territorios renueva el pacto constitucional haciendo posible la convivencia entre españoles. Aplicándose siempre la virtud del respeto a las instituciones democráticas, el Estado de Derecho y el procedimiento llevado en la aprobación del Estatut, reconociendo incluso la legitimidad del TC para juzgar estos temas, termina por denunciar la imposibilidad de que este Alto Tribunal pueda desarrollar con objetividad y normalidad sus funciones institucionales al tener cuatro miembros en prorroga, uno fallecido y otro recusado; por eso el Parlament (ladinamente calla que la proposición la hace él y el PSC, con conversación y acuerdo frente al Estado de todos los partidos nacionalistas) exige al Congreso de los Diputados y al Senado "la urgente e inexcusable necesidad de proceder al nombramiento de un Magistrado que supla al finado y a desbloquear el procedimiento de designación de los otro cuatro en prorroga desde hace dos años. El Parlament acuerda promover todas las acciones legales a fin de conseguir que el TC se declare incompetente y propone a los grupos parlamentarios catalanes en el Senado que impulsen una propuesta de reforma de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional". Cobardemente, el ágrafo Montilla se adjudica todas las voces de la Cataluña plural hablando en estilo pujoliano de que no hay tribunal capaz de juzgar los sentimientos de este pueblo y su voluntad inquebrantable de desarrollar su autogobierno autónomamente; la Constitución, dice nuestro bachiller, debe amparar todas esas ambiciones del catalanismo para continuar siendo ese principio legal fundamental en el que quepan holgadamente todos los ciudadanos catalanes; a los que nos oponemos al nacionalismo separatista, nos condena al ostracismo anticatalanista o al peperismo mas grosero (¡Ay! el pacto del Tinell) por esa visión cicatera y restrictiva del Título VIII, que a su entender admite una interpretación abierta que transforme en parte del bloque constitucional al nuevo Estatut. Puede ser una broma taimada o una expresión de su debilidad congénita cuando ofrece a cambio al TC y a los recusadores la posibilidad de discutir (no el texto que es una fórmula) la aplicación y desarrollo del mismo vigilando los criterios de constitucionalidad de las diferentes leyes que lo desarrollen. Todo el escrito está pleno de lugares comunes y grandiosas frases huecas (se adjudica el progreso económico y social de estos años), pero lo termina en un tono amenazante, épico e histriónico, que nos obliga a revolcarnos en el desenfreno de la risa : "si quieren subvertir el orden constitucional, si los magistrados devienen tercera cámara legislativa (¡uy!) actuando como árbitros parciales, y si aquellos que debieran reivindicarla se repliegan (aviso a los compañeros de la izquierda en Madrid). Que nadie se equivoque, tenemos todas las razones del mundo. También fuerza, determinación e inteligencia (?) que vamos a demostrar en todo momento. Y alianzas. Sin ellas las razones pueden acabar en frustación y la fuerza en ruptura". Mire sr. Montilla, el Estatut no interesa a nadie, dividió a la sociedad catalana, lo votó (despues de una despilfarradora y obsesiva campaña a favor del sí) favorablemente el 30% de la ciudadanía de Cataluña, nos tiene hartos, pues no todo vale en democracia, y al final si el TC, lo recorta, lo anula porque considera que es abiertamente inconstitucional, porque no cabe dentro del Estado de Derecho, los catalanes en su inmensa mayoría estaremos satisfechos, a nosotros plim, felicitaremos la cordura de las instituciones, nos regocijaremos, saltaremos de alegría o patearemos (dentro de un orden), y aquí no pasará nada. Solo que habrán perdido por una vez el nacionalismo y el oportunismo político de algunos socialistas originarios de Iznajar y de otras tierras que nos quieren vender una moto averiada. ¡Embustero!
jueves, 6 de mayo de 2010
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