Hasta hace relativamente poco tiempo, total dos o tres decadas, la edición de libros en español era sinónimo de editoriales afincadas en Barcelona. Era como una especie de monopolio que irradiaba desde las Ramblas, germinaba en toda España, y marchaba hacia los rincones mas humildes del planeta. Entonces Barcelona entendía perfectamente el alma española, la descubría, la recreaba. Desde las trastiendas de algunas librerias, se facilitaban libros de allende nuestras fronteras y se adquirían novedades que lograban en poco tiempo el éxito comercial. Era una información viva que estimulaba la aventura editorial. Era la Barcelona, de Vargas Llosa, de García Marquez y de tantos otros escritores inolvidables. Barcelona descubría brillantes literaturas y bregaba como protagonista en la difusión de la literatura en español. La edición de libros en catalán encontró la cobertura de la industria cultural española. Era una compañía amiga. La literatura catalana, plural, se expresaba en catalán y en castellano, indistintamente, con todos los matices iberoamericano que se quieran. Existía esa cosmovisión imaginativa que expande la creación y que sirve de guarida a las ideas. En una Barcelona gris, fermentaba un mundo de color, de descubrimiento y difusión de viejos y nuevos talentos. En lo viejo se gestaba lo nuevo. La feria deFrankfort, la reciente y polémica feria, invitando a la cultura catalana, apostaba por esa aportación universal de la creación humana, que aquí se manifesta en dos lenguas, y que históricamente a generado una de las industrias mas poderosas de nuestro país. Fué una oportunidad perdida. Asi lo manifiesta un quejumbroso Antoni Comas presidente del gremio de editores catalanes "si hemos conservado peso en España es porque hemos mantenido empresas que crean sinergias entre ellas, pero no ha habido una política de conservación por parte de las instituciones de esa hegemonía que tuvimos claramente durante los años 70" El error, señala la noticia del País en boca de Comas, esta en la estrategia de la Generalitat de desequilibrio a favor del catalán respecto al resto. "No se trata de pedir un soporte genérico para la edición en castellano en Cataluña, pero si de no dejar tan de lado la edición en esa lengua, porque en el fondo es lo que da el swing y la internacionalidad a la edición catalana; aquí se publican 8 mil libros en catalán mientras que en castellano se hacen 30 mil". Continua señalando que han tenido que marchar a Madrid para hacer de lobby en la capital porque aquí no sirve de nada, y remacha "tengo pendiente una entrevista desde hace un año con el Conseller de Cultura". Respecto a la feria de Frankfort recuerda que "fué una oportunidad perdida, se organizó ignorando al mundo editorial y mostrando solo una parte de lo que somos, cuando nuestro inglés es el castellano". Los editores catalanes se han agrupado para impulsar un foro, el Atlántida, con la intención de reforzar su papel desde el punto de vista social y económico. Un paquete de medidas que contempla seminarios, conferencias, debates, con la participación de destacadas figuras nacionales e internacionales. El inicio está previsto para principios de noviembre. La primera edición tendría como eje la aportación del libro a la cultura occidental. Dominando el nacionalismo durante tantos años, y ahora el mas radical nacionalismo con ribetes independentistas, la decadencia del mundo editorial es un pesado lastre para el futuro del país, pero para los radicales a lo mejor es sencillamente un necesario peaje que hay que pagar cuanto antes. En ese marco, es un síntoma el anuncio de la suspensión sine die del Salón del Libro de Barcelona. La noticia de El Pais, es un síntoma, uno mas, de las contradicciones nacionalistas, porque estos señores piensan en un futuro monocorde con una industria acorde. Que puñetas, tambien las editoriales, tienen que formar en bien de la causa nacional. Faltaría mas.
lunes, 7 de julio de 2008
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