Alfonso Guerra señalaba que si en el interés de los catalanes un nuevo Estatut ocupaba el 17 lugar respecto a otras prioridades, siendo por contra para sus políticos la preocupación absoluta, existía un problema, un vacio de representatividad, que después se traducía en la abstinencia electoral de la ciudadanía cuando la norma se vota en referendum. Maximizar los deseos de la clase política y minorizar hasta el desprecio los del pueblo constituye una constante que refleja a la casta dominante. A reducir la distancia existente entre los pocos y los muchos se aplican los medios públicos y privados "de información", esa camarilla especializada en crispar y crear conflictos en la dirección deseada. En estos momentos la clase política y su entorno se enfrentan a la disyuntiva de llevar hasta sus últimas consecuencias el enesimo enfrentamiento Cataluña-España por el tema financiación/desarrollo estatutario. La intoxicación que sufrimos los ciudadanos es de tal calibre que cualquiera puede recoger anecdotas sacadas de la gente que se siente "expoliada por Madrid". Quiere decirse con ello, que un número ingente de personas se han incorporados al razonamiento del poder, en esa aventura de desconexión con España, interpretando sus propios problemas como consecuencia del parasitismo del Estado. Estamos en una escalada, en donde cada ascenso enaltece el conflicto. Zapatero, servicial ante el nacionalismo que nos vé como realidades nacionales territorializadas y no como personas, ha ofrecido unas balanzas fiscales que motivan esa expansión de agravios de las comunidades mas desarrolladas frente a las mas desfavorecidas, dándoles la razón oficial frente a los que nos consideramos también españoles y constitucionalistas, pero sobre todo ciudadanos del común. La situación económica, de crisis abierta a la recesión, está obligando a aterrizar a una clase política criminal o despistada. Pero eso no atenua, al contrario, aviva el conflicto. Los políticos catalanes se estimulan señalando "que jamás ha existido un frente, una unidad tan poderosa, desde Cataluña para negociar con el Gobierno", dando a entender a la opinión pública como si Cataluña no fuera Estado y como si España no fuera Cataluña, como si dos realidades se enfrentaran, como si los intereses de una y otra fuera opuestos. Y justamente la idea es compatible, porque es la misma. A esas posiciones de nacionalismo radical avanzan todos, aunque las diferentes organizaciones políticas lo hacen a diferente ritmo, y con intereses a corto plazo diferentes. Con el tiempo y con la propaganda incorporán a la mayoría de los ciudadanos a esas posturas. Desde CiU hablan "de superar el marco estatutario"(curioso eufemismo independentista), del derecho a decidir, desde la izquierda "desconfian del interés electoral de CiU" que puede descolgarse si no se alcanzan los máximos, hay incluso quien desde la izquierda "no desea un enfrentamiento entre territorios" pero sí alcanzar todos los objetivos del Govern tripartito en materia financiera y estatutaria, hay quien aboga por ir a una elecciones anticipadas (en caso de fracaso en la negociació) y formar gobierno estrictamente nacionalista CiU-ERC. En ese marco se avanza la idea de convertir la Diada del 11 de septiembre de este año de gracia, en una fecha estrictamente reivindicativa, convocando una gran manifestación en Barcelona y en otras capitales catalanas, defendiendo los postulados nacionalistas, resumiendo para negociar mejor la antinegociación, la lucha territorial. He leido por ahí que la idea la ha lanzado ERC, y cuenta con el soporte de amplios sectores de ICV. ¿Cuánto tardará en sumarse CiU y el PSC?¿Se sumará el PP?. Quien sabe. Los socialistas barruntan romper con Madrid, pero cómo. En Cataluña todo es posible y peor.
martes, 29 de julio de 2008
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