miércoles, 19 de marzo de 2008

Federico Jiménez los Santos (1)


Cada mañana desde el púlpito de la Cadena de Ondas Populares Españolas, Federico Jiménez los Santos fustiga el oido de la sociedad consumista y aborregada, la compuesta por el hombre masa de los estudios sociológicos, reclamando la atención del ser libre que anida en todos nosotros para que se esfuerce en pensar por si mismo. Sus palabras, clarines matutinos, llaman a la revuelta ciudadana, combatiendo la depresión colectiva tan extendida hoy entre los demócratas españoles. Tengo que decir que su voz, oida desde Barcelona, es también una bocanada de aire fresco que barre la polución del cargado ambiente de la gran ciudad, y me refiero naturalmente a la contaminación nacionalista. A primeros de año una persona que me quiere bien me regaló sus memorias personales contenidas en su libro "La ciudad que fué", que me atrajo de tal forma que lo leí de un tirón en una tarde-noche. Federico Jiménez los Santos, describe como se movía en aquel ambiente intelectual de vanguardia del entorno de las Ramblas de las Flores, y otros, pensaba yo nos acercabamos a aquel eje vertebrador de humanidad, solo puntualmente en fines de semana y escapadas esporádicas procediendo de las barriadas obreras alejadas. La lectura del libro nos lleva por el túnel del tiempo de su prodigiosa memoria a aquellos tiempos en que todo parecía posible. Alcanzar la estrella de la libertad, también. Naturalmente en muchos momentos y lugares aparecen coincidencias directas, aunque no tuve la suerte de conocerle alli desde luego, puesto que mi mundo era otro. El clima está formidablemente recogido, porque los jovenes inquietos se verán reflejados en su lectura. Es un libro hermoso que ayuda a conocer a este personaje inteligente, sincero y valiente, referente de los ataques de toda la carcundia troglodita local. Supe de su atentado en el momento que se produjo, cosa que me revolvió las tripas, pero me pilló lejos toda aquella movida que comenzó con la recogida de firmas en defensa del bilingüismo. Pensabamos que era una reacción infantil. Algunos, que habiamos luchado por los derechos del catalán, no estabamos en ese momento por la labor, nos preocupaban otros problemas, como los de la transformación que se producía aceleradamente dentro de los sindicatos y partidos de izquierda, penetrados masivamente por oportunistas y arribistas. La crisis ideológica maduraba. Confiabamos en la propia fuerza de la izquierda, la combatiente, para detener la avalancha nacionalista que denunciaban los 2.3oo, que hasta esa fecha solo aparecia muy oculta. Federico, y otros, adivinaron el futuro mucho mejor y nosotros caímos en la trampa que se nos tendía desde la izquierda de la catalanidad integradora, que conformaría un ciudadano de nuevo tipo. Federico, cuando narra su historia, te despierta inmediatamente solidaridad retrospectiva. Lástima no haber actuado, y me refiero a todos los objetivamente interesados que estabamos allí, pesar por no habernos manifestado después con la contundencia que requería aquella situación, quizá si lo hubieramos hecho entonces nuestro presente hoy fuera diferente. En el 81 unos descerebrados de Terra Lliure (en su atentado mas importante) le secuestraron y dispararon en la rodilla con la intención de dejarle morir desangrado. Pensó que en su final le ocurria lo que a Lorca, pero a lo cutre en una oscuridad de algarrobos y a tocar de la gran ciudad. La cosa terminó como terminó y al final abandonó su ciudad de adopción, a la que contribuyó (y hay que leer su libro) con aportaciones intelectuales de primer orden, dejaba atrás todo un esfuerzo de renovación intelectual, puesto que era emblema vanguardista de la ciudad que fué. Y no lo pueden borrar. Y aquí paz y después gloria, cuando todo empezaba a derrumbarse abandonó. Sirva la presente para entonar mi particular "mea culpa" por nuestra impasibilidad. Cada mañana, si te oigo, pienso que todavía te debemos algo, o nos debemos algo. Uno tiene que ser digno cada día y respetarse al acostarse. De momento, lo hacemos adoptando la posición de resistir y luchar. Los fines de semana en aquella época eran pasados entre correligionarios, entre copas y conversaciones que abarcaban horas y horas. Aquellos circulos se reunían en lugares como el viejo Zeleste en donde actuaba de noche un admirado Jaume Sisa, amo de aquellos ambientes. Federico recuerda que esta canción que os ofrezco era un símbolo para la juventud española que llegaba a Barcelona, y que era recibida a diferencia de lo que ocurre hoy con los brazos abiertos por los barceloneses de toda la vida. Os recomiendo pincharla y comprar el libro. Leerlo es lo mejor que se puede hacer en estas fiestas de semana santa. La ciudad que fué, ciudad de encuentro y convivencia, lo fué para todos nosotros.


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