miércoles, 12 de marzo de 2008

Nuestro entrañable país

Todos los analistas políticos, que en Cataluña (y no nos cansaremos de repetirlo) están a sueldo mayoritariamente, de los intereses mas espúreos, parecen haber llegado a la conclusión de que los electores catalanes han marcado la diferencia con el triunfo de Zapatero en estas pasadas elecciones. Estoy de acuerdo con un matiz, es cierto que la suma de escaños, 25 del PSC a los del PSOE, dan una diferencia de 18 parlamentarios elegidos respecto a los 7 conseguidos por el PPC, una diferencia que a la postre ha resultado insalvable para los intereses de cambio defendidos en la campaña por el PP. Pero en este caso, no es un asunto estadístico o matemático exclusivamente, vale la pena lanzar una piedra enmedio de la charca para que surja el interrogante sobre el comportamiento profundo de los ciudadanos. Y es que, desde mi punto de vista, la que antaño fué una sociedad abierta, europea, cordial y dialogante, después de treinta años de nacionalismo se ha transformado en un cuerpo social en crisis, enfermo de intolerancia, tribal, cerrado, perfectamente manipulable. Y es que no podemos olvidar que el hundimiento del Carmelo ocurrió aquí, aquí se vienen dando los estropicios circulatorios de la vias ferreas, de cercanías y lejanías, estamos en el lugar en donde los comisionistas trabajan a la sombra de Ali-Babá, con todas las licencias selladas por los poderes públicos. Muchos ciudadanos han ido a votar cegados por el terror de lo que podía pasar, vislumbrando la llegada anunciada por la media local, de los cuatro jinetes del Apocalipsis. El miedo al PP, un miedo irracional ha forzado el comportamiento individual limitando la manifestación del libre albedrio. Este asunto electoral recuerda las grandes manifestaciones de adhesión que organizaba el franquismo o el fascismo. En la Alemanía nazi, los inocentes ciudadanos vecinos de los campos de exterminio jamás aceptaron la realidad, prefiriendo engañarse con que allá se desarrollaban actividades deportivas o juegos florales. Eso es lo que pasa cuando el libre juego democrático está viciado. Cataluña, mirándola así no tiene una personalidad mas avanzada y formada respecto a otras regiones de España, al contrario es una rémora, una zona geográfica que se mueve al viejo grito de "viva las caenas". Es cosa de los ciudadanos libres, romper el velo, invertir el devenir histórico y ayudar a esos compatriotas empestados a que se incorporen a la libre circulación democrática de los humanos adultos de otros espacios geográficos de nuestro entorno.

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