jueves, 12 de junio de 2008

A falta de pan siempre queda el fútbol


Existe un elevado grado de simpatía entre italianos y españoles. Hace 30 ó 40 años, pero probablemente la raiz es mas antigüa y comienza con la Historia, muchos transalpinos se lamentaban por la separación geográfica obligada por el mar y Francia de las dos grandes penínsulas del sur de Europa. Así lo oí y en el mismo sentido pero en dirección opuesta nos manifestabamos nosotros. Esa profunda atracción establece múltiples interconexiones culturales, costumbres parecidas e influencias mútuas. En el fútbol italiano terminó, convirtiéndose en astro, el que quizá ha sido el mejor jugador español de todos los tiempos. Lusito Suarez. El fútbol italiano es un compendio de inteligencia, capacidad de sacrificio y clase dentro de una estrategia claramente ganadora. El juego del balón ha alcanzado entre nuestros hermanos italianos el mayor de los sibaritismos colectivos, la suprema categoría del arte divino, una especie de religión popular plena de artículos de fe. La selección nacional es la actual campeona del mundo. Recuerdo el campeonato mundial ganado en España, y al Presidente de la República Sandro Pertini exultante abrazado a Juan Carlos (el rey republicano) en el palco de autoridades después de que Italia hubiera barrido del campo a Alemania. El anciano presidente notó la envoltura del calor popular de los españoles que en esos momentos eran italianos, para ellos fué como andar por casa. Yo creo que en aquella ocasión hubo un vuelco de pasión, un renacer del entusiasmo hacia todo lo español. Y las cosas han seguido, con mas o menos altibajos, en esa dirección. En Berlín, en el 2006, partiendo como tapados, avanzando en el campeonato con dificultades, fueron mejorando opciones, y llegaron a la final imponiendose con todos los merecimientos a Francia. Para olvidar, sobre todo por los niños y los jóvenes estudiosos del fútbol, el cabezado de Zidane a Materazzi en el último partido de su vida. En este campeonato autro-suizo de junio-08, han comenzado los italianos perdiendo claramente con Holanda que les han ganado por 3-0, bajando en las apuestas desde la primera opción (no en balde son los campeones del mundo), a la mediocridad del juego especulativo de equipo venido a menos, o sea, de segundo nivel. La prensa deportiva, en función filosófica, ha presentado la derrota el como anunciadora e ilustrativa de un nuevo cambio en el modo de jugar el deporte rey en la élite, representando los holandeses, la renovación, el futuro del deporte e Italia el anquilosamiento y el pasado. Cuidado con confundirse, todavía queda el decisivo partido Francia-Italia. Conociendo la historia, es decir el pasado, mas vale pensarse dos veces esas opiniones derrotistas sobre las posibilidades italianas en este campeonato, pues no sería la primera vez que dan la sorpresa. El país Italia y el vestuario deportivo son de hierro picado, a pesar del eterno debate de la comidilla futbolera. A mi me parece que con el tiempo, los horizontes se iran abriendo, comenzando a disfrutar con el juego inteligente de Italia. Italia, nunca es la favorita, pero al final gana o compite en la final. Todo eso a pesar de la Cuatro, la Sexta, Plus y otras emisoras que nos han secuestrado las imagenes (antes incontaminadas de publicidad) que aburren a las ovejas. Los italianos a la contra, a falta de pan buenas son tortas, si ellos son eliminados confían en la roja de España. Pero frente al "a por ellos, oe, oe" de Luis Aragonés, yo particularmente prefiero la de Adriano Celentano, con peores intérpretes claro


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