Lo peor que le puede ocurrir a un sacerdote es que le confundan con un santurrón. Eso es lo que le pasa al cardenal arzobispo de Barcelona Lluis Martínez Sistach, el cual se acoge a las páginas amigas de La Vanguardía, para alinearse con la posición editorial pronacionalista del mencionado medio. Calificando a Federico de "generador de conflictos, agitador y crispador", ajeno a los intereses de la iglesia, mostrándose a cambio a favor de una emisora que comunique "concordia y serenidad", descubre su naturaleza santurrona o farisaica. Cómo puede levantar testimonio su eminencia en nombre de las diócesis catalanas de que la programación de la emisora fomenta "la desafección de muchas personas respecto a la iglesia"(triste remedo de otras de Pujol) y que el programa La Mañana tiene tal repercusión negativa que muchos contribuyentes negarán su aportación a la Iglesia. Su espíritu franciscano, mas de oveja que de pastor, le lleva a afirmar "que Federico no debe interferir en los debates internos de los partidos y menos adoptar una posición de beligerancia porque ello impide que la emisora tenga un espíritu crítico, respetuoso y serio". Es decir que para el ciudadano Martínez, la crítica equivale a la obediencia, al no rechistar, los partidos son un fin en sí mismo, un sujeto definitivo y trascendente, debiéndose aceptar sus posiciones (aunque sean equivocadas) y recursos tácticos (aunque sean malintencionados) en la interpretación de las cosas, la administración de los recursos y de las libertades públicas, acatando servilmente al poder. Posiblemente, nuestro beatífico personaje, que se mueve satisfecho en los aledaños del poder, y a millones de kilómetros de las nuevas realidades sociales y cristianas de sus parroquias, de la iglesia universal, toma nota de las palabras de los Pujoles, Ferrusolas y adlateres, que de tanto en tanto, marcan doctrina católica, con pequeñas derivaciones reaccionarias, que inexorablemente hacen suya sin sonrojo y con perdón los capellanes del Oasis. Eso sí en su Sede Arzobispal enormes templos de lujo, construcciones eclesiales de futuro, viejas iglesias románicas, grandes naves góticas, cuentan con recursos públicos y privados suficientes para hermosearlas, para restaurarlas y hacerlas brillar, pero en su interior sus naves están vacías de fieles. Misas celebradas (como marcan los canones) mayoritariamente en catalán, con asistentes bilingües que así se dan la paz, olvidando a la enorme base católica castellanoparlante. Celebraciones masivas con asistentes de la emigración, celebradas por sacerdotes oriundos. Abandono de miles de creyentes, muchos de ellos inmigrantes, en un chorreo permanente que vacía las iglesias. Los pobres no creen en Martínez Sistach y sí escuchan a Federico. Los desfavorecidos necesitan ayuda y comprensión, necesitan un apoyo que se les niega. No solo de caridad vive el hombre. Los humildes necesitan descubrir la verdad, y no la que esconde el Cardenal Martínez y sus auxiliares, siempre atentos a servir al poder. Su ilustrísima haciéndo gala de la doblez en el uso de ciertas palabras se apoya en la Conferencia Episcopal para apuntillar que el ideario de la COPE debe ser "el del respeto al derecho a la buena fama de las personas, así como a los valores constitucionales y de las instituciones, entre ellas, (ay padrecito te vas a condenar como diría FJL) las autonómicas". Pero si este representante de la "Iglesía española", sutilmente critica la decisión de la CEE de renovarle el contrato a Fedrico Jiménez los Santos y a otros, lo hace salvando "su pecadora alma" ante el espejo nacionalista, que es su credo, diciendo, "yo voté en contra de esa decisión", sabedlo catalanes, juzgadme por ello, yo voté en contra y dí vuestras razones, soy vuestro auténtico representante en la tierra. Creedme. Sin duda, santísimo cardenal, sus palabras le retratan. Que diferencia respecto a aquellos sacerdotes que buscaban una nueva iglesia, que durante el franquismo, abandonaron el poder para ofrecerse a su pueblo (ejemplo el padre Llanos y el Pozo del Tio Raimundo), ayudando al cambio. Se hicieron perdonar sus pecados con el compromiso. Personajes como Martínez Sistach, representan lo contrario, la imagen nacionalcatólica mas reaccionaria. Es la degradación de una institución con vocación sacra. El poder que corrompe tanto, debería concederle las prebendas y ayudas que probablemente es lo que espera el Cardenal Arzobispo de mi ciudad. Y mas si se tiene en cuenta que Sistach es de los que piensa que las críticas pasadas a la iglesia por parte del poder socialista, siempre es correcta, el pastor católico tiene que aceptarla con paciencia cristiana, forma parte del sueldo, de las relaciones democráticas. Qué corazon.
lunes, 2 de junio de 2008
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