miércoles, 11 de junio de 2008

A veces hay huelgas

El derecho de huelga es un derecho constitucional al que la gente recurre muy de tarde en tarde y de forma excepcional. Cuando una determinada situación social o económica se deteriora hasta hacerse insufrible a un sector laboral, los trabajadores recurren, o se ven abocados a esa forma de presión extrema. El tejido productivo nacional no puede ser gratuitamente aplastado, negando la crisis y el encarecimiento del petroleo (caro por los impuestos que incorpora), sin que rechinen sus engranajes y sin que rechiste. Nadie participa en una huelga porque sí, sino como último recurso, cuando no existen otros medios para resolver las propias dificultades, ya que aceptar este medio de presión supone sacrificar ingresos de subsistencia por una hipótesis dudosamente alcanzable, poner en peligro la continuidad laboral, cuestionarse el modo de vida anterior, aceptar que la crisis penetre en el propio entorno familiar afectando a su estabilidad y otras bondades. La esperanza está en la fuerza de las propias razones y el compartir reivindicaciones con un grupo de señores que tienen los mismos problemas que tú. En la sociedad de consumo postmoderna y liberal, los derechos colectivos se subordinan al derecho individual de los poderosos, en mor de la propiedad, pareciendo que el ideal social está en el darwiniano, la supervivencia de los mas fuertes, despreciando los intereses de la mayoría trabajadora. La vida ciudadania se sostiene sobre dos pies, uno el consumista y otro el productivo y ambos tienen que equilibrar su paso para no derrumbarse. Por eso se necesita lo institucional, una política economica acertada, que regule el mercado y evitar la antropofagia, la lucha selvática en la que el pez gordo se come a los chiquitines. La huelga del transporte es una contestación a la situación económica nacional, a la despreocupacion del gobierno Zapatero de las dificultades en que viven cada día los españoles. Ha habido dos muertos, uno en Granada (arrastrado, atropellado y aplastado) y otro en Portugal, se han quemado camiones (con un herido), utilizando los huelguistas todos los medios para extender la huelga y hacerla notar en la economía general. Y aunque ZP lo niegue, la sociedad que la percibe comienza a reconocer que la situación general es una situación de crisis en la que la política gubernamental algo tiene que ver. Al margen de las grandes asociaciones que favorecen la huelga Fenadismer y otras, la actual parece ser que es la huelga de los conductores autónomos, es decir, de aquellos que tienen un camión (que a veces todavía estan pagando) y tienen que competir con empresas subcontratistas en condiciones leoninas, dedicando muchas horas, con portes a la baja, mientras el gasoil sube astronómicamente. Enfrente las grandes empresas que contratan con los grandes centros comerciales, que tienen asegurado el cubrir la exportación industrial o agrícola mayoritaria como gran beneficiaria de la especulación, encadenando subidas de precios en los productos finales de consumo, y de otro lado las empresas y fábricas que tienen su propio transporte. El gobierno socialista, que cuenta entre su base social con la mayoría de los huelguistas, ha dudado en la inacción y cuando ha actuado movido por la unanimidad de los grandes grupos mediáticos, ha desbaratado con facilidad el movimiento, con unos huelguistas que se manifiestan a favor de las fuerzas del orden. La sociedad bienestante y acomplejada ha puesto el grito en el cielo tildándoles de vándalos, terroristas, salvajes, llamando a las fuerzas del orden, al ejército a actuar con toda la dureza contra esos trabajadores. De boquilla son partidarios del derecho de huelga, sí, pero de un tipo de huelga aseptica en donde el colectivo, intelectual y pacíficamente acuerda servicios mínimos, acata los dictámenes del mercado, autoflagelándose a la espera de una respuesta positiva del empresario, que tiene todas las virtudes, dá empleo y por tanto comprende lo razonable, pero de hecho son enemigos acerrimos de cualquier tipo de huelga o de protestan laboral. Intencionadamente se ha criminalizado a unos señores que protestan porque sufren directamente, en su medio productivo o camión, la crisis del petroleo, y familiarmente como todos nosotros la inflación. Los que mostramos comprensión y solidaridad con los huelguistas, pequeños empresarios o autónomos de hecho, en su pulso con el gobierno, sabemos del carácter político de la movilización. Así lo ha interpretado perfectamente el gobierno zapaterista, que negando la crisis ofrece mas de cincuenta paliativos. Para los camioneros la existencia de los piquetes es un elemento imprescindible, vista la dispersión y amarquía del sector, para garantizar la extensión y consolidación del conflicto laboral, el éxito de sus reivindicaciones. Muchos de los conductores, empleados de las grandes compañías del transporte, se manifiestan contrario a iniciar ruta, y prefieren continuar aparcados en las áreas de servicio, mostrando una evidente solidaridad con los huelguistas. En esa tensa situación, con miles de huelguistas, no es de extrañar la provocación de unos cuantos que queman camiones aparcados (especialmente de las grandes compañías de transporte), que atacan incluso a compañeros huelguistas, no sorprende la intervención de personajes que intencionadamente radicalizan las cosas para acabar con la huelga. Es una leccion de la historia. También la desesperación de los huelguistas. En un flasch, el gobierno entiende que ha llegado su hora y actúa con contundencia en La Junquera y en las grandes áreas de Mercaciudad, en formación militar, armados de mallos (dispuestos a romper lunas y camiones), exigiendo las llaves de contacto de los camiones, descongestionando autopistas y apartando los grandes trailers. Los políticos de izquierda se codean por salir en la pantalla colocandose medallas . Se llevan detenidos a los conductores, que no muestras resistencia, sino todo lo contrario dejándose llevar. La policia parece que obedece a la gran patronal. Así en principio parece que los huelguistas mas dispuestos a luchar estan derrotados. Probablemente el gobierno, obediente con el gran transporte, salga triunfante contra ellos, concediendo cincuenta y tantas reivindicaciones que favorecen esencialmente a las grandes compañías de transporte (que son las que tienen el 80% de los camiones), y propagando la idea del talante. Pero con la huelga, algo ha empezado a resquebrajarse en el socialismo zapateril. Ni siquiera valdrá que en el futuro, aprovechando la lección, se aborde de verdad una reestructuración del sector, una potenciación del ferrocarril o el transporte marítimo, controlando el monopolio y la especulación de las mafias, ni siquiera valdrá eso, porque todos hemos visualizado al servicio de quien se mueve un gobierno de farsantes.

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