Murió en la cama rodeado del equipo médico habitual y la prensa por unanimidad mostró su dolor lanzando varias ediciones con muestras laudatorias de orfandad subrayadas por la imagen del férebro en el que reposaba el anciano dictador. Había gobernado nuestro país desde el 1/4/39 al 20/11/75 en un largo periodo de 36 años imponiendo una especie de doctrina militar llamada franquismo, rebajada ideologicamente por las reivindicaciones falangistas y la doctrina de la iglesia. Los que hemos vivido de jóvenes esa época, nos queda el recuerdo gris de la ciudad, la contaminación en forma de niebla que caía sobre los barrios, las barracas, los festivales de Educación y Descanso, las ceremonias religiosas, la masa humana desfilando arrastrando los pies y con rostros agotados, los carajillos, la barrecha y la loteria; esa sociedad abúlica se refleja en películas como, Plácido, Calle Mayor, el Pisito, Muerte de un ciclista, el Cochecito o el Verdugo; la ausencia de libertades, el atraso, la información entendida en clave de parte oficial, la delación, la carencia de editoriales modernas, la incertidumbre, la eternidad de un tiempo que no pasa, hizo que muchos nos apuntaramos en las filas de la oposición antifranquista. Celebramos hoy el 34 aniversario de la muerte del Caudillo y algunos ancianos republicanos siguen obsesionados por los agravios sufridos, la clase política (que antaño salvo excepciones carecía de compromiso) llamada de izquierdas cínicamente hace bandera de la lucha fraticida para levantar un Memorial, lanzándose abuelos contra abuelos, desenterrando cadáveres, en un siniestro entretenimiento. Han pasado tantos años, que nos hemos hecho mayores contemplando con escepticismo esta democracia que se construye día a día eludiendo las verdaderas necesidades ciudadanas y facilitando un poder omnimodo a las estructuras orgánicas de los partidos. A veces te quedas estupefacto o si no te atragantas de forma súbita ante tanta bola, llaman los oyentes a la radio o a las televisiones, intervienen lectores, lees notas en internet, y todos sin ningún recato enaltecen su contribución a la lucha antifranquista; aquí en Cataluña es el acabose (nuestros sentidos nos engañan), todos resistieron la asimilación española. ¡Que desfachatez!. Pero si lo que primó fué la colaboración. ¿Qué decir, pues, de los encargados, jefes de línea o equipo, verificadores, vigilantes, jefes de planta o sección, controladores o empresarios que mensualmente pasaban informes sobre el comportamiento de sus trabajdores en la empresa y en relación al Régimen? De la misma manera funcionaban las organizaciones profesionales, empresariales, la CNS, Ayuntamientos, etc. trabajando estrechamente con la policia politico-social y los Tribunales Militares o de Orden Público. Pero si en el metro, tranvías, en los bares, o en cualquier otro sitio tenías que permanecer chitón porque si no por arte de magia se presentaban dos trajes de corte que te conducían a Jefatura en Via Layetana. Franco murió en su cama, bajo la advocación del brazo incorrupto de Sta. Teresa, rodeado de familiares y amigos, recibiendo los santos óleos en paz; largas colas de ciudadanos de día y de noche pasaban ante la caja mortuoria en prueba de acatamiento; el silencio y el recogimiento dominaban en nuestra patria. España marchó hacia la democracia por la vía de la reforma, caminando de la ley a la ley (Fdez. Miranda), evitándose afortunadamente la ruptura política. Una oleada de oportunistas, algunos procedentes del Régimen anterior, acapararon el poder y ahora sus herederos, sucedáneos al fin y a la postre de aquellos cargan de podredumbre al sistema. El gobierno autocrático duradero cual losa de plomo en nuestra memoria pasó a la historia y su fiel infantería ha desaparecido. Esa historia la escriben los vencedores: ejemplo el otro día en tv3 vimos Las veus del Pamano una miniserie de dos capítulos cuyo autor es Jaume Cabré, en donde unos malos malísimos dominan una comarca del Pirineo (el Pallars) y una gente buena buena sufre la opresión de los vencedores con la complicidad y bajo la capa protectora del maquis catalanista; conclusión a los malos malosos no se les puede perdonar por lo que hicieron. Dejando por un momento la mixtificación histórica en el pesebre, recordemos una canción de Llach que en su día fué un símbolo antifranquista, pero que también es aplicable a las nuevas opresiones
viernes, 20 de noviembre de 2009
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