A pesar de las palabras de Ma-ragall de "victoria rotunda e ina-pelable", el re-sultado del refe-rendum que a-probaba el nuevo Estatut de auto-nomía, apenas movilizó al 49,42% del e-lectorado siendo votado afirmativamente por el 73,90% del mismo. Aquello hay que situarlo en un contexto de indiferencia absoluta sobre su oportunidad (apenas el 4% tenía interés) y el oligopolio nacionalista lo utilizó como instrumento de agitación permanente difundiendo por todos los medios su necesidad; era un sin vivir excluyente escuchando y leyendo declaraciones diarias a cual mas explosiva a las que se sumaron gran parte de "los señores de la BCN de toda la vida", sobre todo por las modificaciones "solidarias". Y los resultados, a pesar de aquellos desesperados llamamientos para ir a votar quedaron en agua de borrajas, el triunfo final se lo llevó la abstención ante la estupefacción de nuestros líderes. Pero ya se sabe, las conclusiones de la clase política barren siempre para dentro, "una mayoría aplastante ha votado a favor" y a partir de ahí, para calentar el ambiente, se levanta la gran farsa de la oposición española, de maniobras concertadas entre el PSOE y el PP, desactivando al poder judicial y a otras instancias del estado difundiendo "los agravios históricos" que sufre Cataluña cuya solución se sobreentiende. La desafección ciudadana se debe, dicen, a las continuas maniobras institucionales para acallar la voluntad catalana, y dándole la vuelta a la realidad amenazan con graves conflictos entre Cataluña y España si no se respeta el Estatut. La voz de la Cataluña oficial resuena tan fuerte en los delicados tímpanos de los poderes nacionales que todo el mundo recula ante el nacionalismo; mientras el tiempo avanza, la Generalitat pasa de ser representación del Estado a ser mas Generalitat, y España se deshace en minorias disgregadoras; en el centro del debate se encuentra el Tribunal Constitucional, deslegitimado por el catalanismo con acusaciones cruzadas de politización y prejuicios. Han pasado tres años y medios y no existe un dictamen sobre la inconstitucionalidad del Estatut, ni se le espera al menos hasta dentro de un año, para evitar las próximas autonómicas. La imagen de su Presidenta, desgarrada de por sí, nos parece patética y nefasta ; y es que Maria Emilia Casas no logra sacar esa resolución multiinterpretable que dé satisfacción a la cortesana grada política; multiplicandose en sus contactos con los otros nueve miembros del tribunal fracasa de continuo y el equilibrio se rompe a favor de las tesis contrarias al Estatut por 6 votos a 4. Dicen que la magistrada Elisa Pérez intentará aunar posiciones en torno a un quinto proyecto de resolución, aunque los temores de la Presidenta pueden confirmase si continúan las posiciones irreductibles viéndose obligados en consecuencia a nombrar otro ponente que ponga negro sobre blanco la inconstitucionalidad del Estatut catalán (nación, bilateralidad, lengua, etc.) con lo que felizmente acabariamos con el psicodrama político colocando en su lugar independiene al poder judicial. Qué negro futuro nos espera, cuando la indecisión confirma las razones de la mayoría y la minoria, algunos de ellos servidores del Estado, interpretes de nuestra constitución, se empeñan en recortar nuestras libertades.
domingo, 15 de noviembre de 2009
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