Si le preguntaran a Zapatero sobre lo ocurrido en Socuellamos seguramente le sacaría punta hablando de la necesidad de un entendimiento entre las diferentes culturas basado en respeto a las tradiciones seculares de cada una de ellas; probablemente un acercamiento al islam de las otras dos grandes creencias monoteistas haría prosperar su gran aportación intelectual: la Alianza de civilizaciones. Y en nuestro país, precisamente hoy, se dan las condiciones para repetir ese brillante pasado de concordia y fraternidad entre muchas y variadas formas de interpretar el mundo que nos rodea, tal y como reconoce la historia plural en todas. En Socuellamos (Ciudad Real), a la puerta de un colegio de primaria (El Coso) una pareja de magrebíes apalizaron a una mujer marroquí por no llevar en la cabeza el "velo islámico"; esta señora se personó en el cuartelillo de la Guardia Civil, para poner en conocimiento de la autoridad lo ocurrido, y repitió su denuncia posteriormente al tener un aborto. El caso tiene la gravedad que cada uno de nosotros le quiera dar, aunque desde luego desde el punto de vista de los derechos de la mujer y de los derechos humanos en general el asunto huele a azufre y quema; para nuestra autoridad judicial, es como máximo un juicio de faltas que se resolverá llamando a los agresores para recriminarles, imponerles una multa leve o castigarles con un arresto domiciliario; ahora bien lo más fuerte, lo tremendo, lo bárbaro han sido las palabras del marido de la víctima por un lado Abdel Hakim que declaró que el velo no ha tenido nada que ver con la reyerta y por otro la del resto de la comunidad marroquí de Socuellamos que al unísono han comunicado que la discusión fué por motivos personales, que uno de los agresores (el hombre) lo que intentó es poner paz y que la família de la agredida perdonará a los violentos porque estos "estan llorando mucho". Se ha producido el efecto ostra, toda la comunidad, familias implicadas incluidas, se ha cerrado sobre sí misma como si recibiera una agresión exterior. Y es que en todos los debates, en todas las informaciones que salen a la calle, el islam pretende presentarnos al creyente como un ser respetuoso con la mujer, obligado a no tocarla salvo que sea su esposa, prudente y cuidadoso de su familia; es lo políticamente correcto; estos representantes del mundo musulman, nos dicen que el velo es un acto voluntario de la mujer, querido por ella, una cuestión de coquetería, puesto que reservan ocultando al mundo en una especie de ofrenda de amor a su esposo parte de su cuerpo, su cuello, su cabello, su frente o sus labios, siendo la visión en exclusiva el derecho de éste. En definitiva, dicen, no es un requerimiento religioso, sino otra forma distinta a la nuestra de entender la vida. Y remachan, ninguna otra religión hace a la mujer tan libre como el islam. Desconozco la opinión de las feministas en este país de grillos.
sábado, 7 de noviembre de 2009
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