sábado, 26 de diciembre de 2009

Ahora, Monserrat. ¿Mañana?

La iglesia catalana entroniza ideológicamente a Montserrat como referente espiritual diferenciador del puramente católico o universal; la comunidad benedictina del Monasterio se aprovecha de su peculiaridad convirtiendo al conjunto de montañas, senderos, albergues, hostales, editorial, museos, restaurantes, industrias agroalimentarias, aparcamientos, venta de souvenirs, transporte, ermitas y edificios, en un enorme negocio que genera cuantiosos beneficios a la abadía (es un emblema, un punto de llegada y una visita turística obligada). El catalanismo hunde su pasado (cristianismo y nación) y funde su destino con el gran complejo turístico-religioso (lo que pasa en la sociedad no les es ajeno, son arte y parte en los acontecimientos); numerosos excursionistas vencen sus picachos y colocan las simbólicas senyeras en los alrededores de la cazoleta monacal (también cuelgan pancartas cuatribarradas independentistas). LA VANGUARDIA ascendió a la sierra para entrevistar al abad Josep Maria Soler sobre las cosas de Babilonia (Cataluña), "la montaña frente a la entropía urbana; el espíritu ante la política": "Babilonia, dice el abad, vive en el desasosiego por la crisis a lo que hay que añadir interrogantes sobre el Estatut y las próximas elecciones al Parlament". Aprecia el religioso que con la desorientación convive un gran vigor social citando como ejemplo el editorial conjunto (muestra de una enorme capacidad de diálogo) de diarios catalanes, una prueba de iniciativas meritorias, el pronunciamiento del Cercle d'Economía sobre la crisis y el momento político. El benedictino no duda en comprometer a su comunidad apoyando al Estatut sin ninguna reserva (es más con fino olfato nacionalista señala que la crisis es una oportunidad para mejorar las cosas); y si se muestra de acuerdo en la presión al TC (la entrevista misma es una contribución) está en contra de la visión general de que se está produciendo un divorcio entre los políticos y la ciudadanía; afirma que hay una preocupación social mayoritaria por Cataluña (desde el catalanismo al independentismo, desde la lengua, identidad, cultura hasta la garantía de unos recursos adecuados para gestionar el país) consecuente a las acciones contrarias a sus intereses procedentes del exterior (a toda acción se contrapone una reacción del mismo o superior nivel); al margen de su legalidad aprueba las consultas soberanistas porque considera legítimo pedir la opinión de la gente y que esta se exprese (una maldad más en un ordenado y pobre pecador); en el mismo sentido aconseja para el el futuro mas políticas de coalición (CiU y ERC?) aunque recuerda las diferencias respecto al Estado en las relaciones gobierno-iglesia (aquí se coincide con el tripartito y allí no hay entendimiento) porque dichos consensos se asientan en una iglesia y en una Generalitat que se mueven en parámetros diferentes a los españoles. Sobre la marcha de FJ los Santos de la Cope, concreta, que la tensión Iglesia-sociedad ha sido atajada. Lo dicho hace que en su editorial del día LA VANGUARDIA subraye las palabras del abad (habla Montserrat) como una continuación de un pronunciamiento anterior del cardenal arzobispo de BCN Lluis Martínez Sistach en el Consell Pastoral de la Diócesis, como comunión con la historia de Catalunya, símbolo claro, nítido, pacífico, plural e integrador en el imaginario colectivo. El periódico insiste ante "las mentes lúcidas que ocupan responsabilidades en España. Cataluña desea ser reconocida sin reticencias, dejar de ser objeto de enrevesados juegos tácticos, desea sumar esfuerzos.... Y desea hacerlo con dignidad. Ante tanta teatralidad me viene a la memoria aquel viejo juego de palabras: "El obispo de Constantinopla, nos quiere desconstitucionalizar, el desconstitucionalizador que nos desconstitucionalice buen desconstantinopolizador será"

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