Hace unas semanas Jordi Cornet, secretario general del PP de Cataluña hacia unas declaraciones reveladoras "Estoy harto de que unos inútiles me den a mí clases de quién es buen o mal catalán. Buen catalán es quién deja bien a Cataluña y no hace el ridículo"; sus palabras iban dirigidas al tripartito gobernante y a CiU, madre y pastora del modelo social imperante. Ese debate, que alcanza a la sociedad de pleno ha superado el listón de la categoría fundiéndose en la "cultureta popular": así es normal que al discrepante se le remate "y si no te gusta coge tu petate y vete a Madrid o a España que al fin y al cabo eso es lo mismo" tendiéndole el conocido puente de plata. El PP, en ese sentido, está estigmatizado desde siempre y ya pueden sus dirigentes hacer todos los esfuerzos del mundo, declarándose mas catalanes que nadie, que no lograrán convencer a los emperrados fanáticos en tacharles de "fascistas" o traidores (el partido conservador apoyó al último gobierno Pujol pero tan de tapadillo, que hasta por ello deberían pedir perdón); solamente la etapa Vidal Quadras en la que se denunció el daño social del nacionalismo excluyente, bombeó oxigeno a la primera alternativa política nacional. De todas maneras el claudicante Aznar (le percibimos así en esta tierra), recoge todos los vientos y tempestades del odio acumulado por el nacionalismo contra lo que él representa: la defensa de la transición, del orden constitucional y la unidad de la nación española. En su reciente visita a la universidad de Oviedo, en la que aparte de tachar a ZP "del primer pirómano que no puede ser capitan de los equipos de bomberos que van a apagar el fuego" en referencia a la crisis económica que destroza a nuestro país (los oyentes estuvieron de acuerdo con el conferenciante), se permitió hacer el gesto de la peineta dirigido a un grupo de estudiantes que le abucheaban "por la tozudez con la que me siguen parece como si no pudieran vivir sin mí". Había que escuchar a los tertulianos en los debates en la rtv catalana de los siguientes días: falta de respecto, incultura, chulería madrileña, crítica a otro presidente fuera de lugar, barriobajerismo, prepotencia, desprecio a Rajoy, actitud sobrada, desfachatez, imprudencia, humillación al pueblo, etc. etc.; el nacionalismo contrapone aquellas palabras de Pujol (acta de pureza intelectual) "catalán es aquel que vive y trabaja en Cataluña y tiene voluntad de serlo", a las defendidas por José María Aznar "ser catalán es la mejor manera de ser español en Cataluña", dos conceptos absolutamente opuestos y que se enfrentan de continuo en las batallas dialéctivas. Nuestra autonómía ha terminado por hartarse de los políticos que gestionan deficitariamente el autogobierno: el 30% de los ciudadanos consideran a los políticos un lastre (en una proporción cuatro veces superior a la de hace un año), los políticos se han convertido en el segundo problema de los ciudadanos, sólo superado por el paro (hace un año eran la onceava preocupación); el Centro de Estudios de Opinión Catalán llega a la conclusión de que el 55% de los encuestados consideran que el Govern de la Generalitat es incapaz de solucionar los problemas frente a un 4,7% que les parece que sí. Un serio asunto que se pondrá al descubierto con mayor claridad en las elecciones autonómicas del otoño próximo; se contraponen dos posturas fundamentales (ser o no ciudadanos libres), aunque la realidad se enmascare con una sola de diversos matices: ver quién es mas radical, mas nacionalista.
domingo, 21 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario