jueves, 18 de febrero de 2010

Del Rey y el TC a la ley

El desprestigio de las mas altas instituciones del Estado ha roto los límites tolerables del estado de derecho y el mal se extiende inconteniblemente entre una creciente desafección ciudadana; los catalanes hemos pasado del entusiasmo juan-carlista a la tolerable república coronada y terminamos escép-ticos ante ciertos comporta-mientos, denunciando la crisis institucional, el coste de la Monarquía, el de las mas altas instancias judiciales, la inutilidad democrática, el bloqueo funcional, la deslealtad constitucional, abogando sin mas por la revisión o supresión del aburrido cortejo. Cuando se cuestiona la soberanía del pueblo español sobran vasallajes y componendas que someten en la indiferencia su supremacía indiscutible, orgullo nacional, que parte de Cádiz inflamando nuestra reciente historia de heroicas luchas en defensa de los derechos de ciudadanía para todos los españoles. El profesor Jorge de Esteban (el Mundo) vuelve sobre la situación política catalana "Plena normalidad en el desarrollo del Estatut. Mientras que el Tribunal Constitucional sigue contando las amapolas que hay en el campo, la Generalitat sigue dando pasos hacia el Estado catalán"; si el Rey había recibido una silbada descomunal, compartida con el himno nacional, en Mestalla (final de Copa), el Tribunal Constitucional sigue recibiendo el fuego cruzado de la clase política catalana y española a la espera de esa postergada resolución sobre los recursos de inconstitucionalidad sobre el Estatut; ambos referentes de calidad se conducen de la manita al servicio de unos poderes políticos vergonzantes (nuestros supuestos representantes), en contra de los intereses de nuestro pueblo; los nacionalistas catalanes, y con ellos los sociocatalanistas, siguen desarrollando el Estatut "para demostrar la fuerza fáctica del mismo, creando situaciones adquiridas, difíciles de anular en el futuro"; se produce, pues, la metáfora de una novela de Saramago pero en sentido negativo, con cada propuesta o iniciativa, con cada ley, de desarrollo estatutario los catalanistas cortan alguna de las amarras que unen la balsa de piedra catalana del cuerpo continental español avizorando otros horizontes. Dice el sr. Esteban "que todo el Estatut, toda su filosofía, su estructura va dirigida a crear un orden constitucional en Cataluña diferenciado del existente en el resto de España. La preocupación de los incompetentes miembros del TC es saber si la Constitución encaja en el Estatut (y no al revés), como pretenden los nacionalistas, y de esta manera romper los lazos que unen a todos los españoles", por tanto es absurdo, tardar una eternidad para decidir que es inconstitucional tal o cual artículo de la dicha Ley Orgánica, que tales otros son interpretables, sino que in totum está fuera de la normativa democrática nacional (los magistrados excusan su cobardía con la de las Cortes Generales que dieron el visto bueno al texto estatutario). Los nacionalistas con la complicidad de toda la clase política (informe Roca Junyent sobre las veguerías), han alterado el número, las fronteras y el nombre de las provincias, suprimiendo también las diputaciones provinciales conscientes de que realizaban un fraude; así lo determina, según Jorge de Esteban, la propia doctrina del TC (art. 141.1 de la Constitución) "cualquier alteración de los límites provinciales deberá ser aprobada por Ley Orgánica"; en el mismo sentido el art. 25 del Real Decreto 781/1986 por el que se aprueba el Texto Refundido del Régimen Local "1. El territorio de la nación española se divide en 50 provincias con los límites, denominaciones y capitales que tienen actualmente. 2. Sólo mediante ley aprobada por las Cortes Generales puede modificarse la denominación y capitalidad de las provincias. Cualquier alteración de sus límites requiere Ley Orgánica". El rey y la sra. Casas compinchean como marionetas ante el fracaso del Estado, metiendo sus narizotas en las cuestiones secundarias (buscando equilibrios políticos imposibles, acuerdos frente a la crisis económica, o llamando a la responsabilidad colectiva ante los problemas nacionales, etc. ) olvidando los deberes que como Jefe del Estado o guardian del Sagrado Tabernáculo constitucional les reserva la democracia y el discutible Estado de Derecho (salvaguardar la convivencia en paz y en libertad de todos los españoles). ¡Ya está bien! Que no olviden que nuestra paciencia se acaba, que ya no se detiene en la obediencia incondicional e irracional a la Ley (de la cual se arrogan la posesión); que la norma debe ser la expresión de nuestra voluntad soberana.

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