martes, 16 de febrero de 2010

La última maragallada del otro

Al final Ernest Maragall ha rectificado y se ha colocado firme, barbilla en alto, codo a codo con el resto de Consellers socialistas y a disposición de José "Montilla" el Grande. El mas inteligente de los Maragall, jefe de máquinas en la carrera fraterna, había lanzado la semana pasada una bomba de relojería de efecto retardado y endogámico calificando al "tripartito" (1.2 su cita textual) de fatigoso y carente de un proyecto de país; su intención evidente era iniciar una batalla interna para arrebatar el poder a la securitate de los capitanes suburbiales poniendo en su sitio al advenedizo Montilla, virar hacia un catalanismo de izquierdas (?), limpiando la borrosa imagen y la gestión de su hermano; el aparente fracaso del golpe de mano, a unos meses de las elecciones autonómicas, pone en manos de Montilla la confección de las listas electorales (lo que realmente interesa a los conocidos "que hay de lo mio") de las que pueden ser excluidos los Castell, Maragall, Geli, Tura, Nadal, Mascarell, etc., "catalanistas antes que socialistas" cediendo el paso a individuos mas proclives a servir los intereses inmediatos del clan charnego, vía sociovergencia, tripartito, o en el peor de los casos oposición parlamentaria (la alternativa futura sería la Chacón). La humillación del "tete" ha sido morrocotuda, el domingo enviaba un artículo a LA VANGUARDIA, en donde decía "no debo rectificar nada ni es mi intención hacer uso del tradicional argumento de fuera de contexto; dije lo que dije y volvería a repetirlo con las mismas palabras"; si afirmaba que el tripartito no tenía vigencia mas allá de su mandato actual, hoy aclara que es una fórmula de gobierno perfectamente contrastada y válida para el futuro. Lo que le preocupaba a E. Maragall es la nación, Cataluña (a la que le reconoce por su autonomía tanto poder como a naciones del entorno), la sentencia del TC, y la plurinacionalidad del Estado (debemos aprender a ser Estado como aprendizaje soberanista) ejerciendo y desarrollando las funciones que facilita el Estatut; en su escrito dominical Maragall reclamaba "el PSC debe ser coherente con su posición (cohesión nacional estatutaria), con sus origenes y con la responsabilidad de gobernar Cataluña con proyecto propio. El PSC debe decidir y representar a nuestro país con voz propia siempre y en todas partes, por eso es imprescindible contar con un grupo parlamentario propio en el Congreso"; con sus palabras llamaba al extraradio felipista a renovar su confianza en un PSC que tiene la moral suficiente, que se basta y se sobra para ganar elecciones a CiU, PP y los otros en cualquier situación (abría así el proceso sustitutorio del bachiller Montilla); Iceta, Zaragoza y cía han entendido el mensaje, le han vapuleado (comentan cinicamente la democracia interna, la libertad de opinión entre su filas) le han obligado a arrodillarse, mostrar en público su arrepentimiento y comulgar con ruedas de molino. Una enorme tormenta en un vaso en el que flotan los catalanistas pero cuyo contenido es incoloro, inodoro e insípido. ¿Alguien puede tragarse ese brebaje? ¿Tiene ideología el socialismo gubernamental?

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