Estabamos en el 1974 y un destartalado Seat-124 conducido por Pere Camps a quien acompañaban Armando Varo, Manolo Martínez y Andrés Estornell iba hacia Madrid; eran la representación de los parados de BCN a entregar la tabla de reivindicaciones elaborada en las asambleas celebradas en los locales del Sindicato del Metal en Vía Layetana (ostentaban representa-ción oficial en la CNS), en el Ministerio de Trabajo (creo que les recibió el ministro del ramo, Pepe Solís "la sonrisa del Régimen"); en una escena de la pelicula de Garcí sobre la transición aparecen nuestros amigos en la villa y corte. En este grupo destacaba Andrés, metalúrgico (matricero) graciense que habiendo recibido premios profesionales (sindicales) sobrellevándolo con una modestia que le hacía cercano a los trabajadores menos afortunados y le alejaba de los envidiosos, difamadores o arribistas (jamás olvidaré el Bar Garrigó en donde estabamos almorzando un sábado lejano y al que se presentó el propietario de Talleres Francia, nervioso, para que le acompañase a terminar una matriz y él le dijo que esperase a que terminasemos el desayuno, indiferente a las continuas súplicas del patrón); hacia años que se había convertido, tal y como se decía entonces, en un dirigente nato de la clase obrera: los trabajadores de su empresa le respaldaban como un solo hombre, solidario (el salario lo repartía entre la gente) con los ancianos, con los presos o represaliados, con los amigos necesitados, con un pordiosero, etc. y después teniamos, algunos, que ayudarle a sobrevivir; a su alrededor siempre existía un grupo de admiradores o seguidores incondicionales (entre vecinos, tenderos, mujeres, obreros, en los bares, taxistas, etc.); comprometido (militaba en el partido y en las CCOO) siempre estaba dispuesto a arrimar el hombro, visitar una empresa y defender una causa. Andrés Estornell había perdido un ojo trabajando un motor (una esquirla metálica le vació el derecho) y su cuerpo menudo y nervudo contrastaba con la voz (gruesa, rugosa y convincente que se alzaba vencedora y reiterativa en la medida que el interlocutor retrocedía en sus argumentos). Había sido detenido, al menos tres veces, abofeteado y reprendido en orden vertical, pero increiblemente se habia zafado de ser condenado logrando revertir en simpatía la labor represiva de la policia armada (logrando simpatizantes en ese cuerpo). Formidable Andresín. Su honestidad le hizo perder comba durante la transición, viendo caer todo un mundo comprensible y fascinante, dejando paso al ascenso de otro absolutamente bárbaro y cainita lo que le condujo a una depresión personal y a la bebida, teniendo que ver asombrado como algunos de sus discipulos se volvían a dentelladas contra él para repartirse unas briznas de poder, despojos a la postre de sus grandes ideales. Todo se derrumbaba, instrumentalizado por las internacionales de los dos mundos, para levantar una sociedad democrática al gusto exterior. Era un amigo, el amigo fiel de sus amigos a los que defendía en los ambientes mas hostiles sin dudarlo. Hacía años que no lo veía (le situaba viviendo en Valldaura-Nou Barris) y confiaba que en un tiempo, cuando alcanzase la jubilación podría localizarle y reanudar la amistad. No ha sido posible. Casualmente, hablando con una pareja de amigos (¡Gracias, Manela!) me he enterado que Andrés ha muerto hace unos diez años en un hospital de desahuciados (La Rotonda, actualmente semiruinosa) para enfermos incurable a los que se les aplica remedios indoloros (parches de morfina, antibióticos, calmantes, etc.) de un cancer de laringe. Le visitaban a diario Manela y la propietaria de un restaurante-bar (que le invitaba a comer diariamente). Dicen que se fué riéndose de la gran enemiga y del pasado (a todos los visitaría la parca, aunque él sabía que iría a la cita con fecha fija). Era de un antinacionalismo subido: recuerdo un salto (él en el centro) con unas cien o doscientas personas, en un 11 de septiembre (diada nacional) en Mayor de Gracia, alguna bandera, voleo de octavillas y gritos ¡¡Libertad, Amnistia, Estatut de Autonomía!! (era el acto de importancia en ese día, convocando todas las fuerzas políticas y sindicales catalanas), refugiándonos a escape en el Bar Rosellón (desaparecido) una vez pasados los minutos previstos para la acción, allí me comentó ante la fuerza de los gritos y acentos que habiamos oido: -Mira, Juan de Dios, la Diada es una chorrada nacionalista. Creo que deberíamos rebautizarla como la otra Diada Andaluza, y si no quieres entenderlo, mira, mejor suprimirla, para que no haya confusión de intereses y nos roben la historia. Recuerdos de un dirigente obrero catalán y español de autenticidad a prueba de fuego, la voz de la calle y de la fábrica, de los que no quedan y a los que no reconoce la historia oficial porque no es un invento maquillado para el plató sociata-nacionalista al gusto de todos. ¡Salud, compañero Andrés! ¡Bienvenida tu amistad! ¡Tu ejemplo queda entre nosotros y llegará a las generaciones que nos oigan!
domingo, 7 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Era mi tío, era valenciano, de Gandia.
Publicar un comentario