miércoles, 14 de abril de 2010

BCF

Los triunfos deportivos del Barça, en el marco político actual, tienen una trascendencia indudable. Se ha producido una coincidencia inesperada: una explotación inteligente de los recursos propios fruto de décadas de trabajo ha dado como resultado una plantilla canterana de un valor contrastado a nivel mundial y de otro una junta directiva nacionalista que exprime como un limón el viejo dicho de que "el Barça es mas que un club de fútbol". El president Laporta luce palmito con su ancha sonrisa prepotente apuntándose los éxitos deportivos en exclusividad "El Barça mas catalanista de todos los tiempos es también el mas universal y el que mas logros deportivos ha conseguido"; contradiciéndo esa universalidad puesto que como es conocido en el resto de España hay mas peñas que en Cataluña, a renglón seguido había afirmado "que las victorias históricas frente al Madrid jamás podrá digerirlas la caverna mediática españolista" en ese rancio discurso de los independentistas. Muchos de los simpatizantes barcelonistas tienen la malsana costumbre de callar aunque estén disconformes con las palabras y actos del Gran Elefant Blau, callan también los jugadores (jóvenes deportistas de origen dispar) y técnicos que eufemísticamente "solo quieren hablar en el terreno de juego", hace mutis la sociedad toda, incluidas las diferentes administraciones, y cacarean deglutiendo satisfacción los loros políticos de la única ideología dominante, ¡cuantos de ellos querrían entre sus filas al autolaureado Laporta!. De todas maneras el efecto euforizante de tantos triunfos deportivos capitalizados por el independentismo laportista está creando graves conflictos en la masa social blaugrana que adivina su doble significado: la victoria es un narcótico fantástico, mariposas para el corazón, pero las palabras de Laporta son heridas abiertas al sentimiento filial catalanoespañol de la mayoría de socios. Me atrevo a afirmar que miles de simpatizantes barcelonistas, saciados de tanto boca nacionalista o independentista, vuelven sobre sus pasos hacia la indiferencia deportiva o se encaminan a los brazos del C.E. Espanyol o del madridismo. El núcleo mas tradicional de la masa social junto a los numerosos emigrantes (que buscan su identidad en los Messi, Márquez, Pedrito, Iniesta, Ibrahimovic, Turé Yaya o Keita) esperan las elecciones oyendo con simpatía a Soriano, Godall o Rosell (todos de la misma camada) que apoyan la "despolitización del club"; Sandro Rosell, el favorito, ya ha dejado dicho "A mi no se me irá la olla. Yo no permitiré que el Barça entre en temas políticos". En esta confusión, Guardiola, un entrenador independiente y de enorme capacidad técnica moderniza la táctica deportiva del balompié español a base de respeto hacia todos sus contrincantes, estudio del juego del adversario, humildad y dedicación al trabajo, sacando a relucir todas las virtudes individuales del grupo (un revolucionario centrado en su profesión) alejándose de los intentos de Laporta de patrimonializar sus esfuerzos convirtiéndole en un Bartolo de ocasión. Y mientras Joan Laporta que acaba su mandato con los aires autoritarios de siempre intenta la continuidad política en sus sucesores en el club "mas grande del mundo", todo los socios y simpatizantes esperan un cambio radical en la directiva amenazando en caso contrario con iniciar la desbandada en todas las direcciones (¿que otra decisión pueden tomar las peñas de todo el mundo?). El independentista Laporta parece decidirse finalmente por la política de partido y entrar en el debate autonómico: sus últimas palabras son elocuentes "El Barcelona encarna la épica que guía a la libertad a los pueblos oprimidos. Me seduce presentarme con un partido que entienda que Cataluña necesita un estado propio". ¿Será Reagrupament, esa facción sectaria de ERC, su opción?. Probablemente.

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