domingo, 18 de abril de 2010

Votaciones a lo búlgaro

Esas votaciones a la búlgara con unanimidades extremas vienen a demostrar en el rasante democrático una evidente textura antide-mocratica de fondo. Así ha pasado este fin de semana en Gerona en la reunión del Consell Nacional del PSC en donde ha salido proclamado cabeza de listas en las elecciones autonómicas don José Montilla primer secretario del partido; los trescientos delegados han coincidido al copo en que el actual President de la Generalitat es el mejor representante de la organización en esa decisiva convocatoria electoral de noviembre superando con creces los excepcionales apoyos conseguidos en la sucesión a Pasqual Maragall (un voto en contra, cinco en blanco y diez abstenciones); el procedimiento fue vestido con la gracia conocida de la izquierda cochinona que hocea en el poder: uso de urnas y papeletas (que es la manera chachi de burlas las formas democráticas). Montilla, camisa clara, encorbatado y con sonrisa de autocomplacencia, destacaba entre los colores oscuros de los otros, arropado a su alrededor por el grupo pretoriano de sus consellers mas catalanista en actitud de obligada ofrenda de pleitesía incondicional vestidos informalmente para la ocasión, Ernest Maragall, Joaquim Nadal, Montserrat Tura, Marina Geli, etc.; en los documentos gráficos del acontecimiento don José Montilla Aguilera refulge como estrella inconmensurable en el firmamento de la galaxia socialista; es el Maestro, el Lama tibetano, el guía espiritual, el Kim in Sung del catalanismo socialista; sus palabras son un dechado de modestia oriental "yo no quiero ser nada mas que lo que los catalanes quieran que sea", para convertirse en un defensor empecinado de la labor de gobierno de los diferentes tripartitos: si ayer eran los periodistas quienes habían desinformado maliciosamente a la ciudadania, hoy ante el Consell Nacional enarbolaba la bandera de las insuficiencias propias "Nos ha fallado la comunicación. El tripartito no ha sabido explicarse y los catalanes no se han enterado de la enorme tarea de los gobiernos de izquierda. Si de aquí a las elecciones lo explicamos bien, nadie podrá negar la evidencia". Esa obra de gobierno, le marea como conceptualización ideológica: Montilla se define como socialista "ni renuncio, ni me escondo", pero no sabe si dentro de esa definición cabe su identificación y compromiso con el pensamiento de la mayoría social a la que cree de centro-izquierda (de la misma manera podría trasmutarse en centrista o derechista sin pudor); el problema de la identidad política, para nuestro protagonista, se encuentra en el cruce entre la adaptación al medio, la pertenencia a un partido poderoso con el que conseguir adhesiones inquebrantables y el control de parcelas de poder permanentes (la política ha dejado de ser un medio de transformación social, para cambiar el mundo). El dirigente catalano-andaluz atacó al PP al que culpabilizó del fracaso constitucional con el Estatut, porque le votó en contra, fomentó la catalanofobia, presentó los 125 recursos, y es quien bloquea la renovación del TC para evitar una sentencia favorable a la integridad de su texto (dijo que llevaba días intentando hablar con Rajoy para que cambie y que nadie se le pone al teléfono). Su respuesta, contar demagogicamente la historia precedente. A CiU le dirigió otras perlas "No acepto lecciones de patriotismo de quién fue a Madrid a negociar la Presidencia de la Generalitat". ¿Cómo osa alguién dudar de la preeminencia nacionalista de Montilla?. Días atrás los gestores de campaña, Jaume Collboni a la cabeza, habían subrayado que la campaña electoral sería positiva, nada de ataques a otros partidos, la harían aportando creatividad, propuestas, alternativas y progreso. Eso, lo que está haciendo el jefe, eso mismo.

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