Al principio existía el verbo y habitó entre nosotros; Felipe González que en Suresnes (Francia) bajo el nombre de Isidoro alcanzó la Secretaría General del PSOE, tenía tras de sí una trayectoria personal plana (bajo la pantalla de rayos del antifranquismo) y un pequeño número de militantes en Vizcaya en torno a Nicolás Redondo, un grupito en Madrid encabezado por Pablo Castellano y unos amigos de Sevilla con Alfonso Guerra a la cabeza. Su juventud, su labia andaluza, el barroquismo ilustrado, su desparpajo y descaro, su acidez anticomunista encandilaron a un pueblo español infantilizado y sociológicamente franquista); enfrente retrocedían, los Suarez (injustamente vilipendiado), los Carrillo (representando un pasado cerrado y de aspecto concordante), y un balbuciente Fraga; sorprendió a todos con un discurso regional pronacionalista (que el pujolismo utilizó hasta exprimirle) renegando de la tradicional política de su partido de defensa del Estado unitario (Prieto, Besteiro, etc.). De hecho los catalanistas habían repetido, y siguen haciendo que los socialistas prefieren antes una España roja que rota. El felipismo al que miman los socialistas catalanes todavía arrastra a esas masas despolitizadas de los guetos industriales (inmigrantes andaluces, aragoneses, gallegos, murcianos, etc.) que ven en el socialismo la garantía de su estabilidad y de la unidad nacional. Estos sectores se abstienen, haciendo caso omiso a los Montilla, en las autonómicas (que le resultan ajenas) y se vuelcan explosivamente en las generales (el triunfo les enorgullece, les abrillanta los ojos, les hace gozar colectivamente); es decir, aunque Felipe González pertenezca a la Prehistoria política su figura simboliza en nuestra región el liderazco español, la ilusión o la esperanza de salvación para el futuro (que como siempre vendrá de fuera). Ahora el lider sevillano, requerido por ZP por su sabiduría económica y recomendado a Montilla nos da su opinión respecto al Estatut (al que encuentra virtuoso, en una visión autoritaria de supremacia de lo político, pues ha superado todos los trámites) y la sentencia del TC: "Tenemos la incertidumbre de lo que va a decidir el Alto Tribunal. Se está metiendo a la Justicia en asuntos que no le competen (me siento preocupado porque se haya metido a la Justicia en un lío que no le corresponde)". ¡Hala mas leña al fuego! el amigo de los nacionalistas (irónicamente, ya le han felicitado por su clarividencia) mete pistonaje a la presión contra el TC apareciendo como salvador de Montilla y el grupo oportunista que le circunda a título de Padre de la Patria. Nuestro bufón sabe que al Tribunal le reconoce competencias plenas nuestra Constitución para resolver en asuntos de presunta inconstitucionalidad (incluidas leyes orgánicas filtradas por los parlamentos y refrendadas por el público), como también sabe que el actual follón de crispaciones y requiebros en la implantación "legal" de una presunta "ley ilegal" que desarrolla el tripartito, se produce porque existe un vacío legal que D. Felipe González forzó (como prerrogativa del Constitucional) al eliminar "el recurso previo de inconstitucionalidad"; así lo entendió Alfonso Guerra (o Bono) al acusar a los catalanistas de viajar por la estratosfera. Los ciudadanos libres de una comunidad libre no nos merecemos que nos machaquen los peores representantes, incunables que deberían estar en archivo de anticuario, con sus consejos y recomendaciones. ¡Váyase señor a la m......!
viernes, 15 de enero de 2010
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