
La Comisión primera del
Parlament ha emitido su dictamen del proyecto de ley de
referendums con el apoyo del tripartito; en buena lógica el 10 de febrero pasaría al pleno en trámite de urgencia para su aprobación; pero frente a los movimientos del
nacionalismo el
PP ha movido ficha liberal recurriendo ante el
Consell de Garanties Estatutàries el Título
II de la mencionada norma (del
art. 10 al 31) ya que dicha regulación "no se ajusta al ordenamiento constitucional"; de esta manera los populares retrasan un mes la aprobación de esa Ley de consultas recogida en el
Estatut. El partido de centro-derecha se dirige
genuflexo a un organismo (
CGE), otrora fruta madura descolgada del
Estatut, cuya existencia ha sido denunciada ante el
TC precisamente porque reproduce sus funciones jurisdiccionales (por ello, entre otras razones, es considerado el
Estatut una Constitución Catalana); el partido conservador trina candorosamente desde la
inconstitucionalidad del
CGE a la ilegalidad democrática de la Ley de
referendums buscando un espacio vital en la
Cataluña nacionalista (participa con un miembro en el
CAC y ahora con otro en el
CGE) aprovechando los resquicios "legales". La nueva Ley catalana de
Referendums (cuestiona la virtualidad constitucional de la Ley de
Referendum española) pudiendo incluir consultas populares sobre cualquier asunto, incluida la
autodeterminación, de tres maneras: a propuesta del
Govern, de la mayoría del
Parlament o a través de una
ILP mediante la firma del 6% de la población; el tripartito por boca del
Conseller de
Gobernació Jordi
Ausàs la considera "plenamente constitucional" porque se requiere el "aval necesario" del Estado en cada caso. Y aunque resulta evidente que la
plasmación de la nueva Ley reguladora de consultas tiene el influjo de los grupos radicales
extraparlamentarios de la llamada "sociedad civil" tipo "
Catalunya Decideix" de
Omnium Cultural parece sorprendente los enfrentamiento en las filas oficiales del
nacionalismo:
CiU acusa a
ERC "
de que la ley sea un engaño, un intento de confundir a la ciudadanía. Nos vemos abocados a votar no, porque no es suficientemente ambiciosa, porque no despliega al cien por cien las competencias que otorga el Estatut" intentando llevar al Pleno del
Parlament a una posición extrema (buscando todos los votos del
nacionalismo) que pulverice la unanimidad del tripartito; ya el pasado verano,
CiU intentó pactar con Esquerra una ley que
desarrollase todas las
potencialidades del
Estatut terminando el escorzo en fracaso con acusaciones cruzadas: CiU a
ERC por plegarse a la voluntad de
PSC, denostando ésta a
CiU "por razones electoralistas". La placidez de la iniquidad del catalanismo queda rota con declaraciones como la del profesor en Derecho Constitucional de la Complutense Manuel
Sánchez de Diego "
Los nacionalistas han tratado que el Estatut sea una Constitución Catalana, recogiendo derechos fundamentales que no son tales y creando un poder judicial propio. Implantan instituciones análogas a las españolas, Defensor del Pueblo, Agencia Catalana de Datos o el Consell Audiovisual; el CGE es una barbaridad, un paso mas entre otros". Los nacionalistas indubitables recogen la movida independentista del 13 de diciembre, la intentan reproducir en los próximos meses, preparan la consulta de Gerona, y mas adelante la de las otras capitales incluida Barcelona con una voluntad férrea; quieren representar a las personas que entonces votaron sí a la separación de España allanándoles el camino con una Ley de Referendums que ratifique aquella participación de broma, con consultas mas serias que arrastren a la mayoría hacia el gran ideal. Se ha abierto la veda. Mientras el Tribunal Constitucional retrasa sine die una resolución que tienen mas que masticada y digerida pero que en la política de las cosas son incapaces de regurjitar (y ya se sabe sin justicia no hay ley).
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