lunes, 25 de enero de 2010

Lucha en Torre Baró

Es el símbolo en las alturas de Collserola de la BCN trabajadora que ha echado sus raíces en Nou Barris (domina visualmente ese inmenso panorama) y de hecho asigna a uno de sus componentes, Torre Baró (un desorden de casitas con dos callejas ordenadoras, y una variopinta serie de torrecitas, casas con huerto y "barracas" que bajan hacia Ciutat Meridiana entre los pinos de la sierra) situado a la espalda de lo que los vecinos llaman orgullosamente castillo (de hecho un proyecto de hotel con trasfondo especulativo de comienzos de s.XX): El conjunto urbano es el resultado de las emigraciones interiores de los años 50 (andaluces, extremeños, murcianos, etc.) que construyeron y edificaron con sus propias manos en una zona de montaña sin contar con los suministros básicos (agua, luz, alcantarillado, carreteras, etc.) y que asimilado por la ciudad (como sus 8 hermanos) tiene ese colorido particular, esa familiaridad de los barrios marginales. Todos recordamos en el año 78 el secuestro de un autobús (L-12) junto al parque de la Guineueta por un grupo de vecinos que condujeron el mismo por las intrincadas calles de Verdún-Roquetas hasta su barriada (consiguiendo con ello la instalación de un servicio público de transporte inexistente hasta entonces). Ahora con la refundación de la línea 83 (concesión a Sagalés de dos líneas de TMB) los vecinos se han levantado de nuevo en pié de guerra; si ellos reclamaban poner aceras en el núcleo del barrio, el Ayuntamiento ha señalizado sus dos principales calles como de sentido único (lo que obliga a dar grandes rodeos para acceder a los domicilio) pintando de amarillo los bordillos (lo cual impide el aparcamiento); la línea 83 ha absorbido la 159 cambiando los autobuses regulares por minibuses con capacidad para 18 pasajeros. Fruto del descontento ciudadano es el arranque de las señales de tráfico, nocturna y reiteradamente, y que aparecieron en el monte. La Asociación de Vecinos convocó una manifestación interrumpiendo el transporte de la línea, lo que impidió la conexión entre las subbarriadas de la zona norte de nuestra ciudad. La Guardia Urbana que ha ocupado el barrio advertía "que arrancar las señales es un delito, porque atenta contra la seguridad vial" a lo que el vecindario responde "que ellos caminan obligatoriamente por el centro de las calles, enre coches"; a día de hoy nadie respeta las señales, moviéndose con la libertad acostumbrada entre sus casas y aparcando en los bordillos; la confusión es brutal, señales contraindicadoras en el suelo, pintadas en las paredes y pancartas en las farolas, flechas que indican para un lado y otras al contrario; lo último es cubrir con bolsas de basura y cintas las señales. Las autoridades no se atreven a multar o a tomar medidas punitivas. El barrio parece victorioso. Queda pendiente una reunión en la Concejalía de Distrito, en la que los habitantes de la zona esperan lograr satisfacciones. Desde el punto de vista político, el gobierno socialista siempre ha mimado a estos barrios, realizando inversiones. Allá, contradictoriamente, el Ayuntamiento les construyó un moderno mirador en el que poder extasiarse con las vistas del Barcelonés Nord, los pueblos marineros de la costa, y las autovías de salida de BCN. En una vieja masía (restaurante "El Cordero") situada al lado pasan la mañana muchos barceloneses disfrutan de las vistas. El falso castillo levanta sus almenas rodeado de las leyendas del barrio, la mejor es aquella que cuenta que el barón de Sivette, que tenía una hija tuberculosa, comenzó a construir la fortaleza para que los aires límpios de la montaña la sanasen, dejandola inacabada ya que la niña murió prematuramente. Es una historia desgraciada que cubre las propios males de Nou Barris, los que padecen la Barcelona trabajadora.

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