Cuando nos llegan noticias de movimientos radicales en los recintos universitarios que impiden la exposición libre de ideas nos confirmamos en que existe una profunda disintonía entre la universidad actual y la sociedad democrática; cierto, la universidad no es un cuerpo homogéneo de ideas en acción, sino una suma de individuos que luchan competitivamente por conseguir un título intercambiable por posición social. La ebullición de las ideas, el contraste, el debate, la acogida intelectual, el respeto al otro, deberían ser los rasgos definitorios de la naturaleza universitaria (una zona franca cultural). Durante el franquismo, el interior de sus aulas alumbró una oposición intelectual que sumó a todos sus estamentos en un movimiento contestatario a aquella uniformidad aislacionista del Régimen. Curiosamente el nacionalismo autonómico ha parido otro sectarismo totalitario en sentido contrario que viene amordazando la autonomía universitaria y la libertad de expresión sin que las autoridades hagan nada por resolverlo. Su hegemonía inquisitorial se hizo notar frente a Aznar hace diez años, con Jon Juaristi, Alejo Vidal Quadras, Gotzone Mora, Savater, etc. y el viernes pasado con la presión organizada de un centenar de energúmenos que rebuznaban consignas contra la diputada nacional Rosa Díez (repitiendo las mismas memeces de siempre, las mismas bobadas de estos años: "Fora feixistes de l'Universitat" amén de los insultos arrabaleros de los killos de barrio) volvieron a ser los amos de la UAB; lanzamiento de objetos, escupitajos, agresiones físicas, acosos, apretones, lanzamiento de botes de pintura, abolladura del coche de la conferenciante, etc. sin que los guardias de seguridad de la UAB, o los mossos de esquadra interviniesen para frenar la agresión. El amigo Saura que actúo con tanta dureza contra los estudiantes opositores al plan Bolonia, debió considerar una nadería este nuevo ataque (por otro lado, una cosa habitual en Cataluña) a la libertad de expresión (además para qué hacerlo, se preguntará cínicamente el Conseller, si el grupo político al que representa la señora Díez apenas tiene/tendrá relevancia en nuestra comunidad). Graciosamente el sociólogo Salvador Cardús (conocido independentista) que subido a una mesa clamaba por la hospitalidad catalana, y ante la intolerancia de sus alumnos dio por suspendido el acto fue bañado con un bote de pintura roja. Rosa Díez denunció que un energúmeno dentro del aula y una distancia de dos metros ponía los dedos juntos en plan pistola amenazándola por "fascista y asesina"; vamos, una niñería. Ante este tipo de hechos la sociedad catalana calla y otorga; es posible, incluso, que muchos ciudadanos consideren el ejercicio de la libertad como una provocación inadmisible; la prensa, se divide entre la que oculta la noticia y la que da la versión de que el acontecimiento es un acto electoral preparado y amañado por UPyD y Rosa Diez; es más hay quien lo coloca a la altura del gesto de Albert Ribera de donar la indemnización de 2.500 eu que recibió de algunos militantes de ERC por amenazas de muerte (una foto con una bala ensangrentada en la frente) a la ACVOT (víctimas terrorismo) en una especie de disputa victimista de carácter político por un mismo espacio electoral. Y es que la prensa, a veces, ofrece esa imagen retrospectiva y canallesca de imborrable recuerdo. Y los agresores, perfectamente reconocibles en los videos del acto, barruntan la proxima agresión a nuestras libertades con absoluta impunidad (saben que el régimen nacionalista les protege).
martes, 9 de marzo de 2010
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