miércoles, 3 de marzo de 2010

Carrillo como protagonista

El otro día en el Ateneo barcelonés Santiago Carrillo dió una conferencia que se puede encuadrar en lo que se llamariamos juego nacionalista de añadir por aquí y por allá presiones al Tribunal Constitucional para que saque adelante una resolución favorable a sus tesis, o bien tome el camino tangente de inhibirse arrojando a la papelera los recursos de inconstitucionalidad; para el ex-dirigente comunista la justicia española carece de criterios neutrales incumpliendo sus importantes funciones al estar demasiado politizada olvidando que Cataluña es una nación que tiene derecho a relacionarse "de igual a igual"(?) con el Estado español, posible constitucionalmente tal y como el Estatut señala. Arteramente recuerda que si nuestra Carta Magna dice por una parte "que la nación española es la patria común e indivisible de todos los españoles" a renglón seguido la norma añade "y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones" (la palabra nacionalidad designaría a una nación que por causas históricas no ha llegado a constituirse en estado) lo que da pie a una lectura abierta de su texto; en el art.1 parrafo 2º igualmente la Ley indica "la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan todos los poderes del Estado" pero en el preambulo se dice "Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones" lo cual admitiría la interpretación maximalista del soberanismo catalán. Carrillo considera que la única oposición al término a esa inclusión del término "nacionalidad", cuando se debatía el texto constitucional, la opuso la extrema derecha, o lo que es lo mismo su reencarnación en el PP actual; en definitiva una interpretación política laxa frente a la visión estricta de los leguleyos (en palabras del dirigente comunista). El pontífice del erocomunismo hace memoria histórica republicana para reafirmar que la izquierda siempre fue partidaria del estado plurinacional (el ejemplo de Azaña, al que recurre a veces don Santiago, no viene a cuento basta leer sus memorias) a partir de lo cual se permite acusar "a la derecha y a los jacobinos de la izquierda" calificándoles peyorativamente de "patriotas españoles". ¿Porqué será una maldad sentirse español hasta las cachas y tan bueno catalán separatista?; ¿acaso tenemos que admitir la desmembración de nuestro país de forma impasible para no ser acusados de reduccionistas?. Es de imaginar que el, durante tanto tiempo, astuto y tenebroso Carrillo no ha vuelto al infantilismo político de la extrema izquierda creyendo que el independentismo es una mera formula de encaje de nuestra comunidad en España; el tópico de que los llamados "demócratas constitucionalistas" al oponerse a los designios del nacionalismo favorecen la suma y extensión del independentismo es una verdadera sandez (está a la vista que la ausencia de los no nacionalistas les ha dado a estos el dominio de la calle). La mirada de estadista, de la que ha presumido tradicionalmente Carrillo, tendría que elevarle sobre el antifranquismo, el stalisnismo, la transición, etc. para analizar con justicia el futuro de España. Los comunistas han defendido la unidad en la diversidad (tenemos 17 autonomías) mostrándose radicalmente contrarios al separatismo (que culpabiliza a las regiones mas atrasadas). ¿A que viene tanta teatralización y oportunismo en una cuestión como la división territorial? Estamos hartos de ver la locura estatuaria, la reaccion ciudadana (el abstencionismo), el desprestigio de la clase política (convertido en el 2º problema para la población), la persecución lingüistica, la interpretacion torcida de la realidad cultural, etc. etc., para que un venerable y cuestionado anciano venga a tirarnos de las orejas. Su amigo Maragall (al que considera lealmente español) le preguntó en el Ateneo que para cuando creía se emitiría el dictamen del T.C., y el nonagenario conferenciante le contestó "mañana o mejor nunca, arrojados los recursos en la trituradora de papel. Esa sería la mejor solución". Menuda lata. ¡Es delirante comparar Cataluña con Kosovo!.

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